En los Campos de Matanza Sin Fin, muy al sur de Quoidge, una figura corpulenta trabaja sin descanso durante toda la noche: desmembrando, destripando, amontonando las extremidades y las entrañas de los caídos para que, al amanecer, el campo de batalla esté despejado. En esta tierra maldita, nada puede pudrirse ni descomponerse, ningún cuerpo puede volver de la tierra de donde una vez surgió, sin importar lo profunda que sea la tumba. Rodeado de aves de rapiña que necesitan que corte los cuerpos en pedazos más pequeños, Pudge el Carnicero hace honor a su nombre usando cuchillos que se vuelven más y más afilados con el paso del tiempo. Swish, swish, chop. La carne se separa del hueso, los tendones y ligamentos parte como papel mojado. Y aunque siempre ha sido diestro en el arte de la carnicería, con los años también ha ido desarrollando un gusto por los 'productos derivados'. Un mordisquito de músculo por aquí, un sorbito de sangre por allá... y al poco tiempo estaba hincando sus mandíbulas en el más duro de los torsos, como un perro desgarrando unos harapos. Aquellos temerosos de la Parca, deberíais estar más asustados por el Carnicero.
FORJADAS EN LA
BENEVOLENCIA, RENACIDAS EN LA SANGRE...
Hace siglos
atrás, la sacerdotisa Rumusque, Crella, forjó ganchos y cadenas indestructibles
para atrapar a los sirvientes más poderosos del Dios Muerto. Pero la corrupción
de la deidad se hizo demasiado fuerte, incluso para los venerables conjuros de
Crella. Animadas por el ritmo del Canto fúnebre, las cadenas abandonaron su
función, convirtiéndose en el medio por el cual destruir la tierra natal de
Crella bajo las órdenes del Dios Muerto. Ahora, mucho después de haber llevado
a cabo su nefasta tarea, las Cadenas de la abscisión han encontrado un nuevo
amo... y los placeres de la carnicería.
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